PDF para descargar gratis

Chile Centro (crónica, 2019), de Marcelo Milman Pilnick
Una crónica al detalle de un viaje a la región centro de Chile.

El hormiguero

Relato - Por Carolina Andrea Silva
Blog de la autora

Cuando el semáforo daba el paso a los transeúntes, la masa de gentes se alistaba a avanzar. Visto desde las ventanas del viejo edificio de San Martín  y Olmos, la marea humana brindaba una cadenciosa danza entre el ir y venir, mientras atravesaban la avenida. A lo lejos se oía cómo unos chicos con carros plagados de cajas de zapatos pedían el paso a los gritos para cruzar antes de que el semáforo cambie otra vez. La viejita que pide en el puestito de Red Bus se pasaba un pañuelo por la cara, mientras volvía a acomodarse en su sillita. Los kioscos estaban abarrotados, vendiendo agua y gaseosa y los cestos de basura desbordaban. La calle se había vuelto un cementerio de botellas aplastadas y papelitos de todos los tamaños. Hacía un calor insoportable, y el mundo de gente se sentía como un condimento pegajoso e intimidante.

Desde el horizonte, el cielo amenazaba con una violenta tormenta de verano sumando más tensión a la tarde. Era vísperas de Nochebuena, y aunque ya eran las siete, los comercios se mantenían activos, con la música a todo dar, y empleados en la puerta, invitando a la gente a visitarlos. Como todos los años, eran días de venderlo todo.

En la esquina de la casa de electrodomésticos la gente se agolpaba en busca de un taxi, cargando paquetes de todo tipo, y mirando con desconfianza y un dejo de malhumor. El chico que paraba los taxis se había cansado de silbar y solo agitaba las manos, parándose casi a la mitad de la avenida cuando no venían colectivos.  El mundo de gente simulaba un hormiguero violento en días de humedad.  
Una mujer cargando dos bolsas con juguetes y una caja de pileta de lona llamaba por teléfono, mientras negaba con la cabeza algo que el chico de los taxis le preguntaba.

Antes de que el semáforo dé nuevamente paso a los autos,  un hombre vestido de traje se lanzó a cruzar la Olmos corriendo. Se paró en la casa de deporte y miró su reloj. Eran cerca de las siete y media, y la gente brotaba de las oficinas para zambullirse en la locura de la peatonal. El hombre que cruzó la calle caminó hacia la Farmacia Central, mirando para todos lados, como esperando a alguien, y luego de quitarse el saco se acomodó al lado de la puerta del bar que habían abierto en noviembre  al lado de la farmacia. Después se paró en el puesto de diarios mientras hablaba por teléfono.

- Nunca hice esto. Todavía no vino. ¿Y sí la mina me deja clavado?  ¿Y si mi mujer se entera? Ya me va a llamar, porque sabe que ya salí de la oficina.

- Despreocupate, yo te la recomendé.  Es muy buena- le respondía en alta voz un hombre que sonaba del otro lado de la línea.

En todas las esquinas de la intersección de la calle San Martín y la avenida podían verse grupos de manteros, empezando a reunirse, a la espera de que el flujo de gente comience a disminuir un poco, como para poder tender sus mantas y acomodar sus puestos de juguetes y ropa, los dos objetos de deseo más vendidos en Navidad.

Mientras la fila de gente seguía esperando taxis, la mujer que hablaba por teléfono caminó hacia el cantero de la peatonal con dificultad por el peso de la caja. Se sentó en él, y se sacó los zapatos un rato. Se veía enojada, cansada y transpirada. La viejita que pide en el puesto de Red Bus le hablaba mientras plegaba su sillita y acomodaba un bolso rojo. Ya eran cerca de las ocho y ella se estaba yendo. La mujer no la escuchaba aunque asentía con su cabeza. Estaba hablando por teléfono. Luego cortó y arrancó de nuevo a la fila de los taxis.

Cuando llegó se acercó al oído del chico que fijaba su mirada en la avenida sin taxi libre para parar.

- Al final el pelotudo de mi marido no puede entrar al centro, así que voy a pedirte un taxi.

El chico le contestó algo entre risas y siguió con su trabajo, agitando su mano, mientras tomaba una Coca.

El hombre que estaba en el puesto de diarios miró otra vez su reloj, y se agarró la cabeza. Ya había cortado dos veces las llamadas entrantes  de su mujer y estaba escribiéndole un mensaje, cuando recibió una llamada que lo hizo cruzar  la avenida, corriendo otra vez. Una diminuta mujer con un vestido rojo y bolsas de cartón en una de sus manos lo llamaba a la distancia.

Cuando llegó ella lo saludo con un beso en la mejilla.

- Soy Carla. Perdón la demora pero hoy fue un día terrible. Tuve muchos clientes.

Tomó una de las bolsas y se la dio al hombre.

- ¡Le va a encantar a tu nene! Pero tené cuidado con las fichas, son pequeñas.

El hombre sonrió, le pagó, y salió caminando hacia la fila de los taxis. Sacó su teléfono y la llamó a su mujer.

- Amor, ya tengo el jueguito para Dante. No sabes el miedo que tenía de que la mina no venga y yo me clave con la seña que le hice sin avisarte.

Mientras algunos negocios bajaban las persianas, los manteros conservaban la actividad  comercial, ahora sobre la peatonal de la San Martín, contando plata en efectivo tímidamente,  mientras los clientes iban apreciando el abanico de productos que ellos ofrecían. Todavía se podía escuchar la música que se confundía con el murmullo de los autos de  la Olmos, y la gente que daba vueltas, buscando algo para regalar.

La metáfora desde el fondo del mar

Poemas - Por Ramiro Escobar Blásquez

Tormenta

Cada sorbo de té era el recuerdo de los abrazos recibidos.
El tibio vapor sobre sus ojos, el saludo de las arañas,
Para todas las tormentas de su infancia.
En cada sorbo besaba a su padre, en cada sorbo se despedía de él.
Extrañó que la lluvia nos mojara juntos.  
Amó a las mujeres que me harían buscarla.
La cama tembló y nos inquietó, entonces me enseñó la cara de la luna.
Cuando supo que lo volvería a ver, abrazó cuantas veces pudo el profundo sabor del té.

*

Diecisiete toneladas

En un bosque plano, en un universo vertical,
Orugas patrullan cortezas de roble.
El marinero recorre la cubierta del gran barco;
Las bodegas están vacías, el buque poco estable.
Temen caer por los costados del mundo
Sostenido por cuatro elefantes.
No quiero ser revivido, cuando esté muerto, en el umbral.

*

Madriguera

No estamos hechos para pasar la lluvia solos.
Como el castor que atraviesa el espejo.
Miramos detrás del cristal.
Sólo nos anima volver, a mojarnos, de amor.

*

Percebe

— ¿Qué es el amor?
— El amor es un brote. Una historia sin contar.
— ¿Cómo pudo ser?
— Porque estaban allí, porque fue posible. Como un choque.
— ¿Ellos?
— Al menos dos y luego más. Un testigo inmenso, una acción ínfima. No existe amor de uno sólo.

Reseña: libro Cerrar los ojos y otros relatos

Escrita por inteligencia artificial.

En la enigmática y encantadora obra de Marcelo Milman Pilnick, titulada "Cerrar los ojos y otros relatos", nos adentramos en un universo literario donde lo cotidiano se entreteje con lo inesperado de manera tan sutil como efervescente. Como un caminante nocturno por las calles de Rosario, Milman Pilnick teje sus historias con la destreza de un funambulista literario, navegando entre los límites de la realidad y la ensoñación con una gracia única.

"Cerrar los ojos", el relato que da nombre al libro, es un pequeño prodigio de introspección y observación. Aquí, el autor nos sumerge en una profunda reflexión sobre la mirada, una pausa en el constante fluir visual del mundo. En este breve ejercicio de ceguera temporal, Milman Pilnick nos invita a cerrar los ojos y redescubrir la maravilla oculta que yace detrás de los párpados.

"Instrucciones para traer a un viejo amor sadomasoquista" es un golpe audaz y descarado, desafiando convenciones y escandalizando al lector. Con una prosa que bordea la provocación, el autor se aventura en las profundidades del deseo, explorando territorios desconocidos con una disposición implacable para desvelar las sombras del alma humana.

En "La demanda", el feminismo y el deseo se entrelazan en una danza compleja y polémica. Milman Pilnick nos lanza en medio de un torbellino de pensamientos y sensaciones, cuestionando la ética del deseo y la responsabilidad de sus actores, todo con la impronta lírica y esotérica que solo él podría imprimir.

"Proletariado libre" se erige como un relato multifacético, un muestrario de los estratos de la sociedad contemporánea. A través de episodios fragmentarios, Milman Pilnick da voz a la locura que subyace en las rutinas diarias, en una coreografía de acontecimientos desconcertantes y reveladores.

La pluma de Marcelo Milman Pilnick es como un fuego ardiente en la noche literaria, iluminando el camino de la narración y desafiando las expectativas convencionales. Sus relatos son pequeños tesoros de pensamiento, donde la reflexión profunda se entrelaza con lo extravagante. "Cerrar los ojos y otros relatos" es un viaje de exploración de las fronteras del realismo y la maravilla en la vida cotidiana.

Poemas en Agenda II

Poemas - Por Marcelo Milman

7 de julio

aquí estoy
sueño con un futuro longevo
en el umbral, el pasado
solo hay que mirar atrás
y abrazar el recuerdo
ya marchito, ya redimido

- - -

15 de julio

un agujero
cruzar el umbral
llegar desnudo
a la cita
dame un lugar
donde esconderme
para florecer
en negro

- - -


19 de julio

estoy en el patio
del hotel
sentado
veo como
el humo sube
y se funde con lo negro de la noche
de invierno
en Salta

- - - 

24 de julio

el viaje terminó
no la metáfora
todavía quedan días y años
minutos y meses
para la batalla
del momento feliz
fugaz
liviano
eterno

- - - 

26 de julio

los dos televisores
la notebook
el celular
me acuerdo cuando escribí
menos pantallas
más amor

Poemas en Agenda

Poemas - Por Marcelo Milman

11 de junio

dame un lugar
donde escapen las voluntades
quiero retribuir
al mar calmo su osadía
al otoño su desgracia sutil
y a tus labios la tibieza
de estar en casa

- - -

13 de junio

algo
en mi cuerpo urge
no es el deseo
es una letanía
gris, circular
que me empuja a huir
hacia adelante

Nuestra historia en el medioevo IV

Plaza/ Feria
Relato - Por Marcelo Milman

Durante el día soy artesano, trabajo la madera. Relojes de sol, carruajes en miniatura, embarcaciones de distinto tipo y demás objetos. Mi materia prima es el bosque: troncos, ramas, cortezas, nudos, betas y hasta hojas verdes se vuelven maleables en el transitar por mis manos. Pequeñas piezas se unen y cobran vida, artesanías que después vendo acá, en la feria del burgo. Suelo pasar aquí varias horas al día pero, tengo que confesar, últimamente no dejo de pensar en él, en Andrés, y ansío que llegue la noche para encontrarnos. Yo charlo con los feriantes, que son mis compañeros, y respondo consultas de los posibles compradores pero, siempre en un rincón de mi mente están su robustez y su forma de amar, sus ojos marrones y su gesto amable, en fin, su sonrisa y la calidez de sus labios al besarnos.

Él es campesino, trabaja la tierra aquí cerca, en los alrededores, y a la orden de un patrón de campo que, según me cuenta, es muy exigente. Y supongo que a él le debe pasar algo parecido, digo, esto de extrañarme, de extrañarnos. La siembra, la cosecha y el trabajo con los animales de la granja constituyen sus ocupaciones diurnas, iluminado por la luz del sol que, entre otras cosas, es para cada uno de nosotros la marca de la ausencia del otro, es lo que impone distancia entre nosotros.

Pero bueno, en unas horas la luna reinará de nuevo y, en algún lugar, ocultos y susurrando, vamos a transformar la noche en territorio fértil, en comunión de nuestros cuerpos y de nuestras almas.

Influencia japonesa, sembradíos y celos


Poemas - Por María Ofelia Álvarez (MOA)

Versos Haiku

Eterno amor
Sublime esperanza
De la juventud.
El ángel duerme
Su siesta entre rosas
Con mariposas.
Yo te espero
Metáfora con alma
Dime que vendrá
Otoño llegó
Con alfombrado ocre
De hojas secas.
Campos sembrados
Trigales esparcidos
Por ventarrones.
Esperé AMOR
Amé con lágrimas.
Amo amando.
Eterno amor.
Las Ilusiones muertas
¿Descansan en paz?

Mayo 2015

*

Tarde de verano en Paraná
Siembro palabras

Sólo siembro palabras
Para cosechar POEMAS;
cincelo mis vivencias,
extraigo del idioma
sus riquezas

Leo y aprendo siempre
Sin pretensiones
De erigirme en poeta…
La belleza de escribir
Me cuesta.

Acomodo vocablos,
La sintaxis se aparta:
Para que mis rimas;
Con  escritura poética,
Germinen poesías.

2008


*

Cae la tarde en el río
Celos


Cae dormida
la tarde en el río.
Sumergiéndose
en el lecho frío.
Para olvidarse...
del sol...
que  se encontrará
con la luna...
en el cosmos.
Tardecita sin sol,
nostalgia de amor...
ahogará sus celos,
con la potestad del sueño.

Febrero 2018

Lírica y naturaleza, colores en la ramada

Poemas - Por Sebastián Muzzio
Blog del autor

En el huerto, ya no hay lamento de mi ser,
es solo momento, claridad en el proceder;
tareas que van con el día, a la noche descanso,
sueño, soñamos con florecer
y por la mañana arrancar otra vez
hasta ponerle a la realidad
el color que vos querés;
de tanto laburo hice un vergel,
acomodé en los canteros
todo deseo de bien, hierbas para el mate,
flores para el arte de encender
la mejor parte de cada quién.

*

No arranquen los cardos, no sean amargos,
quiero verlos en flor, suave-lila de amor,
llama a las abejas y al abejorro jardinero,
siempre en vuelo hacia tú caramelo,
bajo la lengua no está el placebo,
está la savia multiversal; dispara historias,
conecta las memorias y recordé
sus flores deshilachadas
purpurando el amanecer una y otra vez,
tiñendo atardeceres violetas,
por eso pido que no los saquen de raíz,
no los corten, gemas del monte,
protegidas por espinas, en la adversidad brillan,
magia silvestre, florece cueste lo que cueste,
ofrecen vida, como nos cuidan;
ahora los cultivo con esmero y pleitesía.

*

Me elevo como un hornero,
laburo con barro y con cielo,
me integro al ecosistema,
alquimia, transmuto en poemas;
me llevo tu cara sonriendo,
un beso en la mejilla,
tus labios son de arcilla,
Señora Humedalezca
gracias por darnos tu casa
de playas y sauces que abrazan;
mis alas secándose al Sol,
biguá meditación,
del río hacia la rama,
de noche me convierto en rana
y canto con esta banda
anfibia, en la laguna
por lluvias y por la locura
que quiebre urbana cordura;
humano con piel de garza
mora como la flora
de cardos, también de salvias,
de hongos azules-purpúreos;
la Luna trajo el hechizo,
un gato montés me hizo,
de fuego como la estrella
que cae, colmando mis venas.

*

Quiero ver los capitanes
en sus naves,
costa del río, sauces caídos,
a navegar la Eternidad,
a recorrer el interior
y así pasar:
túnel de estrellas
en espiral,
así volver, en las raíces
la conexión,
así enchufado a mi dragón,
avatar del Humedal,
me deslizo por el Paraná,
estaciono en la playa
y como una tortuga
allí me voy a quedar,
tomando Sol en el tronco,
mojándome un poco,
riacho de las almas,
por la isla subirán
encarnando en hojas
de la hermosa arboleda,
en la noche bailando,
enramada en trance
ondulándose hacia,
la inmensidad;
claridad de Luna,
rosada de fuego,
cayendo en su mitad,
se incendia el deseo,
otra flor se abrirá,
florcitas multiverso
bajan por la barranca,
blancas van a estallar
desde su tallo rojo,
venas de la arcilla,
de este monte fluvial.

Nuestra historia en el medioevo III

Estadio/ Establo
Relato - Por Marcelo Milman

El silencio y la desnudez nutren nuestra interacción sobre el heno. Estoy boca abajo, descansando del buen sexo, y Andrés pasa su robusta pierna sobre mí, a la altura de mi cola. Siento sus vellos y su peso, y pienso que su robustez no es solo física, sino también espiritual. Su conocimiento de los textos sagrados es abrumador. Pero lejos de la pedantería solo da cuenta de ese saber cuando puede ser de ayuda. Como cuando hablamos del Cantar de los cantares, ese libro tan distintivo dentro del Antiguo Testamento. El deseo y el amor nutren sus páginas …
En fin, en un par de horas amanece, y con Andrés tendremos que salir del establo y separarnos, por lo menos hasta la próxima noche.

Cerrar los ojos y otros relatos


Título: Cerrar los ojos y otros relatos
Autor: Marcelo Milman Pilnick
Género: Narrativa
Soporte: digital (ePUB, PDF), papel
Año: 2023

Solicitar eBook por e-mail.

Descripción: Cuatro relatos que a través del uso de la primera persona, exploran mundos relativos a lo LGBT, el BDSM, el feminismo y el materialismo histórico.

Fragmento:

En el año 1997 se estrenó la película Abre los ojos, del cineasta español Alejandro Amenábar, y en 1999 se estrenaba Ojos bien cerrados, del estadounidense Stanley Kubrick. O sea que podríamos decir que hacia el final del siglo XX se nos planteaba una disputa en torno a la mirada. ¿Qué hacer? ¿Abrir los ojos, o cerrarlos? ¿Cómo recibir al nuevo milenio? ¿Seguir mirando al mundo o alejar la luz de nuestras pupilas?
Soy crítico de cine, trabajo para medios nacionales y de afuera. Y soy bueno en lo que hago; ya pasaron un par de décadas de oficio y el reconocimiento llegó. He visto muchas películas. Infinidad de directores, actores, productores, guionistas, montajistas, y demás rubros.
Pero hoy mi elección es clara, cerrar los ojos. Voy a pasar todo el día con los ojos cerrados, como si fuera ciego. Es una experiencia que quiero atravesar. Llevo cincuenta años mirando mi vida, y a otras vidas dentro de mi vida, en el cine. O mirando miradas de los distintos directores. Y estoy un poco saturado, necesito un descanso, aunque sea breve.


Nuestra historia en el medioevo II

Estadio / Establo
Relato - Por Marcelo Milman

Estamos corriendo, con Andrés estamos poniendo a prueba nuestra velocidad, y nuestros zapatos, que se están llenando de tierra de la calle. Nadie nos persigue, pero estoy seguro que un par de feligreses nos vio besándonos o, mejor dicho, vieron a dos sombras interactuando entre sí con pasión. Vamos al establo para estar cómodos y a salvo, me dice Andrés.

En nuestro pueblo hay varios establos, pero éste es el más grande, es el que pertenece a nuestro Señor. Entramos dejando atrás el quejido de la puerta de madera, y allí tomamos distintos caminos: Andrés se tira en el heno a descansar y yo recorro caminando el lugar mientras acaricio a los caballos. Cada caricia en la cabeza de un equino hace brotar un pequeño relincho. Animales maravillosos, qué sería de nuestra sociedad sin ellos…

Me tiro en el heno y paso mi brazo por detrás de la cabeza de Andrés. Estamos los dos boca arriba, mirando el techo en silencio.
 

Nuestra historia en el medioevo

Capilla
Capilla
Relato - Por Marcelo Milman

Estoy en la parte de atrás de la capilla, y ahí percibo los labios de Andrés como nunca. Digo percibo, y el tacto florece como sentido privilegiado; podría decir que experimento sus labios, su calor, su ternura. Es de noche, pero igual nos guarecemos a la sombra de algunos árboles, ya que la luz de la luna tiene hoy algo de amenaza, involuntaria, pero delación al fin.

Sucede que Andrés y yo somos hombres, y hay algo en esta época, en el mundo, que nos obliga a lo furtivo. Algo tan noble como el amor o el deseo tiene para nosotros, y para tantos otros seguramente, el mandato del silencio.

¿Qué hacemos en las afueras de una capilla? Bueno, a pesar de que definitivamente no hay consenso sobre ello, nosotros estamos con Dios, lo amamos, y tratamos de estar lo más cerca de él que podemos, incluso cuando nos besamos. Conlleva un riesgo, es verdad, pero sabemos que él nos cobija, nos protege  y nos quiere en su morada.

¿Estamos?

Plaza del "Che", 27 y Bs. As.
Por Marcelo Milman


Estoy despierto, mis párpados abren y cierran y las pupilas hacen lo suyo (como hay poca luz están enormes). Estoy en la mitad de la noche y solo un velador baña las paredes blancas, ahora amarillas.

Estoy en mis cuarentas, muchos dirán en la mitad de la vida. Sin embargo mi pasado is just a glimpse, un instante, un destello y, yo quiero que el futuro se prolongue un poco más. Perdón por el uso del inglés, pero glimpse suena hermoso. Perdón por pedir perdón, pero hay quienes internalizaron la guerra fría y no pueden oir la belleza de las palabras.

Estoy cansado de la psiquiatría, sus diagnósticos y su crueldad.

Estoy en el umbral de una historia de amor que, si se da, va a cambiar el mundo.