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Uno por cada género: crónica, ensayo, narrativa y poesía.

Chile Centro (crónica, 2019), de Marcelo Milman Pilnick
Una crónica al detalle de un viaje a la región centro de Chile.

Lo personal es entretenimiento (ensayo, 2017), de Chelo Mil
Análisis de una emisión de 2014 de ShowMatch.

La desnudez de los perros (narrativa, 2016), de Chelo Mil
Tres relatos que transcurren en tres bares de la ciudad de Rosario.

Un pequeño aporte a tu biblioteca digital (poesía, 2020), de Marcelo Milman Pilnick
Poesía bilingüe, español - inglés.

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Duelo

Título: Duelo
Autor: Chelo Mil
Género: Narrativa
Soporte: digital (ePUB)
ISBN: 978-987-28308-2-3
Año: 2018

Descripción: Un joven homosexual encuentra una particular forma de sobrellevar la ruptura de una relación de pareja.

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Fragmento:

I

En esa época el sexo era para mí una de las formas del entretenimiento. Así como ir al cine a ver una película de terror, o alquilar un DVD para ver desde el sillón, o leer, o ir a una fiesta de música electrónica, así, de la misma forma, yo tenía cogidas casuales. Eran joven (estaba en mis veintes), era homosexual, atractivo y, gracias a la posición acomodada de mis padres, ya tenía mi propio departamento, mi lugar donde llevar a cabo mis andanzas.
Eran los dos mil y, después del Y2K de las computadoras y un fin del mundo que no fue tal, el nuevo milenio caía sobre mí con una carga de Eros enorme. Ya su comienzo mismo fue particular y significativo para mí: con Ernesto, el mejor amigo de mi primer novio (y por quién lo dejé), fuimos a pasar la noche de transición a la Isla. Cena en la playa, sexo en la ribera bajo el agua y, la contemplación simultánea de los cinco fuegos artificiales que se tiraron en distintos barrios de Rosario, desde enfrente y al otro lado del río, lo que aportaba una perspectiva fantástica.

Proletariado libre

Relato - Por Chelo Mil

 Me tomé el 110 en Avellaneda y Juan José Paso, estaba volviendo de la dentista. Saludé al chofer pero no hubo respuesta, él estaba como enojado con la mirada clavada hacia adelante, a través del parabrisas algo sucio.
 Me senté a la mitad del colectivo. No había aire acondicionado y a pesar de que ya había atardecido se sentía el calor del verano.
 El tráfico estaba trabado y en un momento, después de esquivar con cuidado a una ciclista, el chofer tuvo que frenar de golpe antes de girar a la izquierda, porque un auto rojo decidió no avanzar cuando le correspondía. Levantó los brazos en un gesto creo que de hastío y en claro castellano, acentuando cada sílaba, gritó: “No – pue - do – más”.
 Acto seguido se bajó del colectivo y empezó a trotar, un tramo por el medio de la avenida y después por la vereda, hasta desaparecer.
 Los pasajeros empezamos a mirarnos, ahora no había conductor y estábamos varados en el medio del tráfico, era una situación anómala.
 Pasados unos minutos me bajé y empecé a caminar hacia la próxima parada, para esperar al bus siguiente. En el camino entré a un quiosco, me había quedado sin cigarrillos. Dicho sea de paso, la dentista me pidió que fume menos y me develó que los fumadores no pueden ponerse implantes, porque el cuerpo, o más específicamente la boca, los rechaza.

 El quiosco era en espacio alargado, lleno de heladeras y pequeñas góndolas en sentido transversal, iluminado con un blanco extenuante. La chica que atendía estaba detrás de un vidrio y tenía un gesto adusto. El local estaba repleto de gente.
 - No tengo cambio, ¿te puedo dar caramelos por los dos pesos?
 - Si ya sé que no sos un quiosco, que el quiosco soy yo, pero igual no tengo cambio…
 - ¿Que el billete está roto? ¿Que te lo cambie?
 - No, hasta mañana no hay crédito para la tarjeta de colectivo.
 Cada frase que decía la chica era como si se le escapara el alma por la boca, hasta quedarse vacía y rodeada de golosinas.
 En un momento empezó a llorar, fuerte, con mucho ruido y espasmos en el cuerpo. Pocas veces vi a alguien tan angustiada. Una señora le dijo que se siente, y lo hizo. Pero parecía no calmarse.

 Cuando vendemos nuestra fuerza de trabajo porque no tenemos nada más que vender, cuando nos explotan, a veces el cuerpo y la cabeza dicen “Basta”. En ese momento es importante huir y hacer algo divertido, a pesar de que perdamos nuestro salario.