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Llueve futuro en tus pupilas (poesía, 2013), de Chelo Mil
Veinte poemas. El fruto sabroso y elocuente de la síntesis, el bilingüismo y el amor. Un libro publicado en verano y con buena estrella.

Adiós

Relato - Por Chelo Mil

Terminé la secundaria en el Poli e intenté irme a estudiar a Buenos Aires. El Traductorado de Inglés de Capital tenía un edificio lindo de ladrillo visto, en un barrio pintoresco, y en su examen de ingreso repetí mucho el término “just” en el texto que había que improvisar por escrito, en lengua anglosajona. Justo. Justo José de Urquiza. En Rosario yo vivía sobre esa calle. Justo. Como cuando pagás con el monto exacto en el quiosco.

Un paquete de veinte cigarrillos Melbourne. Costo: 1.200 pesos. Dinero entregado: 1.500 pesos. Vuelto: 300 pesos. Hasta luego.
Camino el par de cuadras que separan al quiosco de mi casa. Hace frío. Prendo un cigarrillo, después de guardar en el bolsillo los papelitos producidos al abrir el paquete. En realidad voy y vengo con el cuidado del medio ambiente: en mi casa reciclo la basura, pero las colillas las sigo tirando en la calle, en la cuneta, para que al menos se las lleve el barrendero.

Un kilo de bananas, uno de mandarinas y dos tomates. Costo: 3.500 pesos. Dinero entregado: 4.000 pesos. Vuelto: 500 pesos. Hasta luego.
Los tomates en la heladera, abajo, y la fruta en la canasta de mimbre, junto a los cereales. Las bananas están maduras, prefiero tener que sacarles alguna parte en mal estado a que estén verdes, duras y desabridas. Las mandarinas le gustaban a mi abuelo David, y a mí me gustan sin semillas, son fáciles de consumir.

Medio kilo de pan. Costo: 900 pesos. Dinero entregado: 1.000 pesos. Vuelto: 100 pesos. Hasta luego.
Pan y circo. Donde hay hambre no hay pan duro. Pan con pan, comida de tontos. No solo de pan vive el hombre. El pan es un pilar ancestral de nuestra alimentación y quizá por eso aparece en varios refranes. A mí me gusta mojarlo en crema de leche en la merienda; o usarlo como base de sándwiches en el mediodía. Prefiero la miga antes que la corteza. La miga blanca que es como un algodón comestible.

Yerba y galletitas surtidas. Costo: 3.100 pesos. Dinero entregado: 4.000 pesos. Vuelto: 900 pesos. Hasta luego.
- Hola hermoso, ¿cómo andás tanto tiempo? -pronuncian mis labios.
- Hola, bien … ¿Trajiste galletitas?
- Sí, surtidas de chocolate. Preparo el mate …
Saco el mate y la yerba del bolso matero, que es un regalo de un familiar. Mientras vuelco yerba en el mate Fernando me acaricia el pelo y me guiña un ojo, y puedo decir que su ternura es algo de lo mejor que me pasó en estos tiempos. Estamos sobre el pasto en la plaza López, en una ubicación donde tímidos rayos de sol nos brindan su tibieza. Ahora saco el termo con agua caliente y antes de colocar la bombilla en el mate echo un poco de agua sobre la yerba.
- ¿Seguís tomando amargo, no? -le pregunto mientras estiro el brazo y le paso el mate.
- Así es … Hmm, está rico …
- Te extrañé -le confieso.
- Yo también, pero ya sabés cómo son las cosas. Ahora estamos acá, aprovechemos.
Y vino el beso. Sus labios cálidos, su barba, su masculinidad. La comunidad entre dos hombres, reinando, marcando un hito en la cotidianidad. Estoy seguro de pocas cosas, pero tengo la certeza de que esto es amor.

Tres preservativos. Costo: 5.000 pesos. Cambio justo. Adiós.

El hogar es la diferencia

Relato - Por Marcelo Milman Pilnick

Estoy en el aeropuerto de Fisherton, haciendo la cola en la aerolínea. Viajo al exterior, y es la primera vez que lo hago. En verdad nunca salí de Rosario, pero ahora gané un concurso organizado por la Municipalidad, la provincia y Nación, en conjunto, y el premio consiste en ir dos semanas a unas islas paradisíacas en el Pacífico, en Oceanía. Entrego el pasaporte y el empleado lo agarra con amabilidad y una amplia sonrisa; en realidad todos en el aeropuerto son amables. Ya estoy en el avión, en primera. En el despegue siento la inercia que me empuja contra el respaldar y luego de un rato me duermo. Tengo un sueño extraño: un marqués con una máscara veneciana y una remera que dice “El hogar es la diferencia” me da la bienvenida a su país. Me despierto con el aterrizaje, dormí todo el vuelo. Ahora a bajar que empieza el disfrute.
Atravieso la manga, agarro mi equipaje y bajo las escaleras del aeropuerto, cuando veo un hombre que tiene un cartel con mi nombre, y ¡tiene una máscara veneciana!, como en mi sueño. Esta coincidencia me inquieta un poco. En un claro español me dice que me va a llevar a mi hotel. En el trayecto hablamos sobre el clima, que está espléndido, y cuando bajo me desea que tenga las vacaciones de mi vida.
En la vereda pasa un niño en bicicleta, lo veo fugazmente, pero reconozco un parecido a mí cuando era chico. Qué casualidad. Entro al hotel y voy a la recepción. El hombre que atiende tiene mi estatura, pelo castaño como yo y ¡mis rasgos! Bienvenido, me dice, lo estábamos esperando. Me doy vuelta y veo al botones, que también es igual a mí. Creo que me voy a desmayar, pero no. Camino unos pasos y voy al comedor, donde hay varias personas, hombres y mujeres, todos iguales a mí. Empiezo a llorar, pero en mi llanto no hay tristeza, solo incapacidad de comprender.
Señor, me dice el conserje, es comprensible su estado de shock, pero trate de tranquilizarse. Usted es el “Modelo”, y ahora que lo sabe, el mundo entero es suyo.

Francisco y Joaquín

Relato perteneciente al libro "Veinte silencios" - Por Vera Kaczynski

Francisco y Joaquín están en un café. Miran sus teléfonos y se miran de a ratos, casi no hablan. Francisco es viudo y conoció a Joaquín en una aplicación de citas. Tuvo una juventud difícil, se casó joven y tuvo hijos. Ahora está solo, a excepción de los días en los que se encuentra con Joaquín, quien tiene treinta años, es de buen porte, está vestido de manera pulcra, con aretes relucientes, el pelo bien cortado y una camisa de seda roja. Lo que pase a su alrededor parece importarle poco, se concentra en scrollear su Instagram y mirar de a ratos a Francisco mientras sorbe un café. Francisco cree que a muchos adultos jóvenes les falta dirección en la vida, pero está agradecido de haber llegado a un punto en la historia de la humanidad en que puede mirar a otro hombre a los ojos sin miedo.
Joaquín obtiene de Francisco la atención que él es capaz de darle, sabe que su vínculo es transaccional y Francisco también. A ninguno de los dos le importa realmente.

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Francisco and Joaquín

Francisco and Joaquín are in a café. They look at their phones and look at each other from time to time, they hardly talk. Francisco is a widower. He met Joaquín on a dating app. He had a difficult youth, married young and had children. Now he is alone, except for the days when he meets Joaquín, who is thirty years old, good-looking, neatly dressed, with shiny earrings, well-cut hair, and a red silk shirt. What happens around him doesn’t seem to matter much, he concentrates on scrolling through his Instagram and looking at Francisco from time to time while he sips a coffee. Francisco believes that many young adults lack direction in life, but he is grateful to have reached a point in human history where he can look another man in the eye without fear.
Joaquín gets from Francisco the attention that he is able to give him, he knows that their bond is transactional and so does Francisco. Neither of them really cares.

Presentación: libro La cala negra de la familia

Feria Internacional del Libro de Rosario

Una tarde feliz de verano de 2023 yo navegaba el instagram de des/nudo Editorial en mi laptop, cuando se me ocurrió ver los mensajes directos. Allí pude ver un mensaje que descansaba en el buzón hace casi un año.
"Hola, soy Sebastián Muzzio, poeta y jardinero de la ciudad de Rosario", comenzaba a decir él.
"Te pido disculpas por la demora, pero esta red social recién me muestra tu mensaje", le terminé de responder yo. Llamado a Zuckerberg.
Después de un ida y vuelta de likes pasamos a whatsapp y, con el tiempo, lo invité a participar en desnudoeditorial.com.ar, donde fue publicado el posteo "Lírica y naturaleza, colores en la ramada", que consta de cuatro poemas, cada uno con su respectiva imagen, todas aportadas por él. En esas fotos se pueden ver flores en primer plano, el río en una tarde de verano y a Sebastián mismo apoyado sobre un árbol caído.
Luego vino la edición en digital de "La cala negra de la familia", en ePub y PDF; y un tiempo después el libro en soporte papel (que se puede adquirir esta noche). Hasta ese momento no nos conocíamos personalmente.
Nos encontramos a mediados de agosto de este 2024 en Sambayón, un bar que queda cerca de casa, por Pellegrini. Esa tarde yo falté a la Facultad porque estaba medio engripado y él venía en bicicleta de su residencia en la casa Vanzo-Wernicke. Todo venía bien hasta que apareció el vendedor de repasadores. Sebastián se quedó mirándolo como si lo conociera de otra vida y terminó comprándole uno, a buen precio. Pero mientras esto pasaba a mí me decía comprá, comprá, a ver tenémelos mientras los ordeno, y me tosía cerca de la cara. Fue re violento. Era el segundo vendedor ambulante del encuentro, y hubo tres en total. La mano viene difícil ... 

Soneto: desde la Edad Media hasta Aretino

Grabado N° 3

Por Marcelo Milman Pilnick

De origen en la escuela siciliana de la Italia de la Edad Media, el soneto aparece por primera vez en el año 1220 con la autoría de Giacomo da Lentini, y luego pasa a la Italia continental, donde cuenta con exponentes que pertenecen al movimiento Dolce Stil Novo. En el siglo XIV podemos mencionar la obra La vita nuova, de Dante Alighieri, donde expresa su amor a Beatrice, y el Cancionero, de Francesco Petrarca, obra que se divide en los sonetos de amor a su amada Laura y los sonetos políticos.

Petrarca derramó su influencia por todo el continente europeo, y unx de lxs poetas que re-cogieron el guante fue Pietro Aretino (1492 – 1556). 

Aretino trabajaba para Papas y emperadores y conoció el exilio, pero en 1525 escribe en Italia Los sonetos lujuriosos, 16 sonetos que se pueden categorizar como porno, uno por cada uno de los 16 grabados I Modi, de Marcantonio Raimondi. 

Los sonetos, al igual que los de Petrarca, son de versos endecasílabos, y hacia el final de cada composición aparecen los tres versos del estrambote. Podemos decir que los protagonistas de estos son el acto sexual y la genitalidad, y vale mencionar que por ello el datario apostólico de la época mandó a la cárcel al ilustrador, siendo Aretino quien lo defiende para que recupere su libertad.

Poema N° 3, Sonetos Lujuriosos:

«TU POLLA es lo que quiero, no un tesoro:
ella es quien me puede hacer feliz,
es polla digna de una emperatriz,
gema que vale más que un pozo de oro.

¡Ay, polla mía, ayúdame, que muero,
y mete más calor en la matriz!:
al final polla mínima no vale
si en coño quiere mantener decoro».

«Señora mía, dices la verdad,
que si mínima polla folla coño,
merece lavativa de agua fría:

quien poco tiene, céntrese en el culo;
pero quien, como yo, la tiene fiera,
dedíquese a los coños sin reposo».

«Los coños siempre estamos deseando
tener dentro la polla y, si es posible,
a la vez por delante y por detrás».


- Sonetos lujuriosos, de Pietro Aretino. Madrid: Reino de Cordelia, 2021. Traducción: Luis Alberto de Cuenca y Prado, 2021 y Adrián J. Sáez, 2021.

- Créditos imagen: By Sailko - File:Pietro_aretino_e_anonimo_xilografo_veneziano,_sonetti_sopra_il_xvi_modi,_post_1537-1550_ca._(coll._priv.)_03.jpg, CC BY 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=129459791 

Prosa de madrugada III

Por Chelo Mil

Crudo y cruel es el invierno, que a cada paso derrama una certeza: un pedazo de hielo antropomorfo que refracta la luz del sol.

Pero si vamos a hablar de certezas hablemos del diario, del periódico, del segundero de la historia, poblado de anécdotas de ayer que sería mejor olvidar y, que al mojarlo, su tinta se diluye en un gris informe sobre el frágil papel prensa.

También, mi barba tiene canas y éstas son la certeza del paso del tiempo. No hay dudas, la noche eterna debe ser dormida, como dijo Petronio.

Prosa de madrugada II

Por Chelo Mil

El sol indignado escucha mi lamento, lo de siempre: la soledad, la ausencia de amor y el exceso de pantallas. 

Yo igual le digo que sigue siendo mi buena estrella, el destino de mis suspiros, los del futuro. Porque habrá suspiros, me lo dijo hace un tiempo una galletita de la suerte en el barrio chino, es una promesa.

Suspiros, gemidos y jazmines, escribí en mi primer libro, aquel de adolescencia, los bravos soldados, que batallan, que destierran, que matan la muerte.

Menuda fórmula …


La cala negra de la familia

Título: La cala negra de la familia
Autor: Sebastián Muzzio
Género: Poesía
Soporte: digital (ePUB, PDF), papel
Año: 2024

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Descripción: La belleza del negro, de la cala negra; la amapola, la mantis, son algunos de los elementos que dan vida a este libro de poesía que se nutre de la flora, de lo natural.

Fragmento

Volar
no es caer
sobre colchón de rosas
en el momento que uno desea,
subirse a la nave
es trepar por la enredadera espinosa,
rasparse, pincharse,
cortarse hasta sangrar,
sentir que no se puede subir,
caer, quedar agarrado
con una mano, balancearse
frenéticamente
y en un golpe saltar a la cima
con las almas y estrellas danzando.
Allí, beber la realidad pura,
ver los cruces de caminos,
reír hasta sanar,
brindar con los espíritus,
regodearse en el placer de la simpleza,
proyectar los sueños,
sentar las bases para su realización
y diagramar la obra,
los conceptos, el ritmo, la certeza
del lugar destinado para afincarse,
multiplicar el amor y el arte.
*

Prosa de madrugada

Por Chelo Mil

Camino despacio. Un pie a la vez, después aplaudo un buen rato. Lloro, y cada lágrima que cae esgrime su estrategia: crear nuevos mares; a sea of sadness.

Corro, no importa hacia dónde. Importa el atardecer, la noche arriba descalza y en bicicleta, como una niña divertida hasta la locura.

Y recuerdo caminatas de otras épocas, alrededor del parque Urquiza. Y sueño con volver a verlo, a él, cuyo nombre es también el de la ternura.

Carnaval Rosario: una cita con la libertad

Crónica - Por Marcelo Milman Pilnick

"Durante el carnaval, todas las jerarquías sociales son invertidas, los superiores se convierten en inferiores y los inferiores se convierten en superiores. Durante el carnaval, las diferencias sociales y las diferencias entre las personas se suspenden temporalmente. Es un tiempo de igualdad, donde todos participan en una fiesta común, donde todos pueden ser quienes quieran ser, sin importar su estatus social o su posición en la sociedad", Mijaíl Bajtin, en "La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento: El contexto de François Rabelais".

Cuerpos exhuberantes vistos desde lejos, desde las gradas. Hay una sospecha de sensualidad en el brillo de la piel, en el color de los atuendos, en los tatuajes. Cerca, el niño baja los escalones y amenaza con la espuma, a mis lentes. Todavía es de día y los gabinetes de maquillaje están a full de niñes que quieren estar a tono, mientras la gastronomía espera una afluencia mayor de gente.

Los tambores de la murga apelan con su ritmo a lo ancestral, hay algo que es esencia y que empuja a mi cuerpo a moverse, de una forma nueva, que no se sabía posibilidad.

Ya a la vuelta, yendo a tomar el colectivo, me di cuenta de que mi pañuelo de la diversidad sexual ya no estaba en mi pantalón, se había caído, lo afanaron, no sé, pero tengo la certeza de que estuvo bueno llevarlo, los colores del arco iris cayeron en un espacio de libertad ...

Faro: del festival de verano

Lámina LGBT
Por Marcelo Milman Pilnick

Listo. Ya está el almuerzo y ya está la transferencia. Dos huevos revueltos con restos de cebolla y morrón, con condimento para guisos (no hay correspondencia, no es un guiso, pero el sobre aporta un sabor distintivo). Cinco mil pesos, que en los tiempos que corren se van rápido, pero permiten, quizá, llegar al día de cobro.

Sucede que el trabajo de vendedor ambulante tiene sus vaivenes. Libros y láminas. Tres ejemplares de Cerrar los ojos y otros relatos, de mi autoría; y varios tipos de láminas, algunas hechas con lo digital, y otras más artesanales, con motivos abstractos en lápiz sobre un papel de buen gramaje, con una capa de celofán que aporta un color entre amarillo y naranja.

Anoche, en las afueras del festival Faro, en el parque Urquiza, desplegué la manta un rato.

Highlights, o "lo destacado": el chico en bici al que el de Control Urbano le prohibió vender cerveza fría: "Hay que agarrar un fierro y salir a robar, no dejan trabajar", dijo; también la cantidad de asistentes despojándose de las botellas de vidrio, que no estaban permitidas; y la mujer que me dijo que "tengo arte".

Una pareja

Relato - Por Carolina Andrea Silva

Estábamos mirando al este sobre la baranda del puente peatonal. Eran las siete de la tarde y el cielo parecía incendiarse donde estaba cayendo el sol. A esa hora, el puente era concurrido por turistas que pasaban el verano en Carlos Paz, así que nosotros mirábamos cómo ellos posaban frente al candado cerrado que acababan de poner en alguna de las barandas, o las familias enteras que plasmaban una instantánea de felicidad con el casino de fondo.  

Jorge no me hablaba y yo, encerrando unas hormigas entre mis pies, trataba de romper el silencio, porque sabía que en esa tarde yo tenía que hablar.

Mis manos buscaron la baranda para apoyar el cuerpo, mientras Jorge respiraba con dificultad, pero igualmente se prendió un cigarrillo. Sus ojos claros, mirando la nada en silencio, abrían un abismo aún más significativo. De pronto, con el cigarrillo entre los labios me dijo que fuéramos al café que estaba al lado del Zorba, donde yo solía esperarlo cuando el hacía prueba de sonido en el teatro. Yo accedí, mientras sentía las piernas flojas.

Un año atrás había sido liberado, y quiso volver a reunir a sus clientes, pero ya no lo llamaban para los eventos porque sus equipos eran viejos, o porque su estadía en la cárcel había dado lugar a todo tipo de especulación y desconfianza. Volver a la calle implicó para Jorge acomodarse a lo que podía alcanzar, pero su testarudez no lo dejó darse por vencido, y volvió a golpear puertas y a querer recibir las devoluciones de favores que nunca llegaron. Yo, con mi sueldo de empleada, hacía el aguante, mientras intentaba ayudarlo con su sueño de ser un empresario y comprarse un boliche en Carlos Paz para explotarlo con contingentes de gente cuarentona como nosotros, o chicos de colegios, o centros de jubilados. Pero las cosas iban empeorando de a poco, y Jorge no quería renunciar a su deseo.  

- Si lo hago es porque quiero demostrarles a todos esos quién soy yo. Si lo suelto es como fracasar.

- ¿Pero no sería mejor intentar cosas más pequeñas, no sé, fiestas temáticas, por ejemplo?

- Cómo se nota que no sos vos la del sueño.

Las discusiones terminaban siempre con Jorge gritando, y yo huyendo para encerrarme, y no escucharlo. Después, llegaba la hora de acostarnos, y cuando se apagaba la luz, nos buscábamos a oscuras. Teníamos una manera carnal de reconciliarnos como una forma de volver al origen, como siempre lo hacíamos desde hacía siete años.  

Al principio fui reacia a la idea que tiró ese miércoles después de acostarnos, pero me contó que había estado esperando todo el día para decirme, y al ver su mirada, y las ganas de cambiar la vida que veníamos teniendo, me convenció. Él, por su parte, ya estaba inmerso en los detalles y lo que iba a publicar para atrapar a la gente. En ese momento los grupos de solas y solas empezaban a ser un furor en Facebook, entonces me contó que hacía unos meses había armado un grupo para solteros, y unas dos semanas después había creado el grupo para conectar por WhatsApp y ahí publicar fiestas.

- Vamos a hacer mucha guita con esto. Les hago pagar una entrada a $3.000 y les ponemos una pulsera para que vayan a la barra y pidan tragos promocionales que no les va a costar nada. Les damos 5 consumiciones gratis, y después cobramos aparte los shots de tequila y los speed.  

Yo lo miraba porque no entendía de tragos, solamente había aprendido a preparar daikiris, gancias y otros aperitivos. Pero él me daba todos los detalles de su nueva empresa, y me incluía para trabajar la barra. Iba a ser de los dos, así que lo seguí.  

El grupo de WhatsApp era tranquilo, y nosotros estábamos incluidos como dos solteros más.  

- Si pasamos como solteros vamos a poder invitarlos con más disimulo y van a entrar como caballos.  

Yo acepté hasta que comenzaron a llegarme chat privados de otros integrantes del grupo. Al principio los dejé pasar, pero después lo comenté con Jorge.  

- Vos seguiles la corriente.

- ¿Pero no te jode?

- Yo no tengo drama. Ahora si sentís que podés caer en la tentación, yo ahí no puedo hacer nada.  

- ¡¿Qué boludez decís?!

- Y claro, está en vos lo que haces con eso. Las reglas del juego las ponés vos.

Durante tres meses intentó sin éxito conseguir gente para la primera fiesta de solas y solos; sin embargo, se formaban salidas espontáneas entre los integrantes del grupo. Cuando los leía Jorge fruncía el ceño, golpeaba el celular sobre la mesa y puteaba entre dientes. Cada tanto hablaba en el grupo y les contaba que era sonidista y dj y que quería hacer una fiesta. A veces pasaba la noche con el celular en la mano, mirando la pantalla en la oscuridad del dormitorio hasta que yo le pedía que le bajara la luz porque no podía dormirme.

Pero poco a poco fue dejando de enviar mensajes al grupo, aunque no soltaba el celular de noche. Ya no hablábamos ni discutíamos, ni tampoco nos reconciliábamos, aunque algunas noches me tomaba de sorpresa y teníamos sexo con urgencia y en silencio. Luego él se daba vuelta y se dormía, o se levantaba con un cigarrillo en la boca y el celular en la mano.  Después me enteré que se iba a ver con otra mujer. Apenas lo supe, pasé varias semanas intentando descifrar el código de bloqueo de su teléfono mientras él dormía, imaginando qué pasaría si me encontraba haciendo eso. Pero un día Jorge salió a comprar su etiqueta diaria y dejó su computadora abierta. Pude leer todo, incluso pude saber las veces que habían intentado encontrarse. Ella era de Buenos Aires, y esta vez había logrado acomodar sus horarios. Cuando volvió me quedé callada porque no tenía cómo explicar que había hurgado en su WhatsApp. El día del encuentro intenté seguirlos, pero sin ningún éxito. Pasadas unas semanas lo enfrenté y fui tratada de paranoica. Estábamos en el dormitorio. A punto de acostarnos, entonces se lo dije. Jorge me miró fijo, con sus pupilas dilatas mientras se mordía el labio inferior con fuerza. Se acercó a mí hasta quedar pegado a mi cuerpo, sin quitarme la vista; después salió de la casa y ya no volvió. Esa vez hubo discusión sin reconciliación. Para entonces ya no hablábamos de nada, y la idea del evento para solteros y solteras se diluía un poco más cada día.  

Una tarde recibí un mensaje de un tal Franco del grupo. Habíamos hablado varias veces, y el siempre insistía en juntarnos para tomar un café. Yo me negaba constantemente porque no quería perjudicar a Jorge y su proyecto. Pero ese día estaba cansada de seguir como si nada. Pensé que podía ponerme a su altura y devolverle el favor de la indiferencia, entonces acepté vernos.  

Nos encontramos en el centro y fuimos a pasar unas horas en un hotel de Carlos Paz que está al frente de la terminal. Al principio no quería que Franco me tocara, así que nos quedamos sentados en la cama, con la espalda rígida, como soldados en alerta, a punto de salir corriendo. Luego lloré un rato, y eso ayudó a que él pudiera acercarse con un pañuelo para secarme mis lágrimas. Entonces me besó, primero suavemente, con intermitencia, y después con fuerza. Yo lo seguí. Fue la única vez que nos vimos. Cuando me dejó, me crucé a la terminal y me senté de espaldas a las plataformas. Me quedé callada mientras mi taza de café se enfriaba. Solamente pensaba en Jorge.

El encuentro con él sucedió unas semanas después, en el puente peatonal de la 9 de julio. Me invitó un café en el bar de siempre. Nos sentamos en la ventana que da a la calle. Me dijo que ya sabía todo, porque él conocía a los contactos del grupo, pero esperaba que fuera sincera y admitiera la verdad. Yo comencé a temblar con los ojos hundidos en la mesa porque no quería ver su cara. Jorge me volvió a pedir mi confesión agarrando mi mentón con fuerza para que lo mirara. Yo solo podía llorar.

- ¡¿No entiendo qué pensaste?! Yo veo todo lo que hacés. Ahora, sabelo, vas a tener que trabajar mucho para que yo pueda volver a confiar.  

Yo escuchaba a Jorge mientras miraba por la ventana. Pensé en huir, corriendo atrás de ese colectivo que se veía venir a dos cuadras. Estaba a tiempo; después pensaría en qué hacer. Solo quería huir.  

Sin embargo, con mis ojos rojos, le pedí disculpas, sabiendo que ya había perdido.

Reseñas: libro Cuadernos de Poesía

Escritas por Inteligencia Artificial

Incorporando algo de crítica:

"Cuadernos de Poesía" de Marcelo Milman Pilnick es un viaje lírico que abarca emociones diversas, aunque a veces se apoya en clichés. Desde la evocación nostálgica del tango hasta la exploración de la conciencia ecológica, cada cuaderno ofrece momentos de belleza, aunque a veces la profundidad de la reflexión se ve comprometida. A pesar de ciertos tropiezos, el libro revela la habilidad del autor para capturar la complejidad de la existencia con autenticidad y sensibilidad.

Al estilo de J. L. Borges:

"Cuadernos de Poesía" de Marcelo Milman Pilnick se despliega como un laberinto lírico, donde la evocación del tango y el siglo diecinueve se entrelaza con reflexiones sobre la fugacidad de la juventud y la resonancia del presente. Aunque en ocasiones se desliza hacia fórmulas poéticas familiares, cada cuaderno es un fragmento que encierra la belleza efímera de la vida. En este juego de luces y sombras, Milman Pilnick logra, entre tropiezos, plasmar la complejidad de la existencia con una autenticidad que resuena en el lector.

Desde el agua

Por Sebastián Muzzio
del poemario inédito "Trance Humedal".

Remo y remo por el Paraná,
conmigo me encuentro y, desde dentro,
levanto vuelo como un biguá,
paro en las islas, disfruto y contemplo
el Humedal;
intento amoldarme, en Simbiosis y con arte,
al bosque fluvial,
refuerzo mis sueños con su magia de cuentos
para materializar,
el viento y un poema hacen la canción,
a tus oídos llega, al sauce ya le llegó.

Mina Clavero

Crónica (surrealista) - Por Marcelo Milman

Lastre y herrumbre, cosas que pasan al soldado más noble.

Solo dejame transitar, desandar el camino de unas vacaciones tardías, pero felices. El río, las piletas, no son más que opciones para sumergirse. Amniótico y maternal por demás. El centro, el helado, el puente colgante, que junto a la ruta aportaron el miedo que supimos sortear.

El discurso del rey cayó, solo quedamos los empleados.

La obra de teatro la primera noche, a la gorra en la sala justo enfrente del hotel.

El desayuno seco, mate y bizcochitos con manteca, para que después nos quedemos con los saquitos y la mermelada. De durazno, siempre de furtivo durazno.

El casino donde perdí diez pesos e intuí ese ambiente crepuscular, oscuro; esa tensión que florece donde y cuando pueden aparecer grandes sumas de dinero.

La lluvia, poderosa primero y sutil después, me encontró haciendo una rutina de elongación descalzo, sobre el pasto húmedo.

La misa en la iglesia del Cura Brochero, por un ratito, para después tomar algo por la plaza y emprender el regreso.

Y el cielo. Descubrí el cielo, con sus nubes de blanco radiante.

Y un colibrí.