El amor de los músicos por la música

Crónica - Por Chelo Mil

Una vez al año la ciudad de Rosario da lugar al jazz local, regional, nacional e internacional. Este año el Festival de Jazz Rosario se llevó a cabo del 12 al 15 de junio en Plataforma Lavardén, esa pintoresca esquina de Sarmiento y Mendoza.  Treinta grupos y más de cien músicos, en tres escenarios, tocaron, improvisaron y le dieron vida a un género diverso y estimulante, donde la armonía florece como si estuviéramos en primavera (lejos de la chatura actual de los géneros urbanos). Yo, anoche, en la última fecha, fui un espectador más, de los que llenaron las salas, y lo que sigue a continuación es la crónica de ese recital.

Había que hacer algo, salir, con mi madre, a algún lado. Googlié "agenda cultural Rosario" y entré a lo primero que aparecía: el sitio web de la Municipalidad. Lo más potable que ofrecía era algo en el planetario. Volví a google y entré a otro sitio web, donde la agenda se explayaba más allá de lo estrictamente municipal. Ahí me interesaron dos opciones: por un lado el Festival de Jazz, a partir de las 19, que era gratuito y, por otro, La Madre, la obra de teatro donde actúa Cecilia Roth, a las 20 y con la entrada más barata a 7 mil pesos.
Después de dudarlo un rato elegí la obra de teatro, y con mi vieja quedamos en encontrarnos a las 19.30 en La Comedia, Mitre y cortada Ricardone. Llegamos y para nuestra sorpresa el teatro estaba cerrado, y un cartel mostraba que había habido función de La Madre el día anterior, el sábado. La esquina estaba oscura y desierta, solo algún caminante pasaba por ahí. Después de cavilar sobre el error del sitio web, decidimos, entonces, ir al Festival de Jazz, que no estaba lejos.
Atravesamos unas cuadras, emponchados por el frío, y llegamos a Plataforma Lavardén. No hay más entradas, todo agotado, nos dijeron en la puerta. Bueno, vamos al Salón de las Miradas (por calle Mendoza), que hay una exposición, así por lo menos vemos algo, le dije a mi vieja. La exposición constaba de piezas metálicas planas pulidas, colgando y con focos de luz dispuestos por ahí para poner en juego las sombras. Sonaba jazz en un set de vinilos que a mi vieja le encantó.
Y apareció él, un hombre de boina negra que estaba haciendo tiempo para el recital, que me sacó charla y que cuando le dije que no tenía entradas, se fijó en las suyas y me dio una que le sobraba, para las 20.30. Como si esto fuera poco, cuando se dio cuenta de que yo necesitaba dos, para incluir a mi vieja, le preguntó a unas señoras si les sobraba una, y sí, de hecho nos dieron la entrada que nos faltaba. Al rato dieron sala y nos sentamos más o menos a la mitad del teatro. Puntual 20.30 salió a hablar una locutora para dar cuenta de lo institucional, y luego empezó el recital. 

Carlos Casazza Quinteto estuvo conformado por Carlos Casazza en guitarra eléctrica, Rocío Giménez López en piano, Mauricio Dawid en contrabajo (o chelo, ¿hay diferencia?), Inti Sabev en clarinete y Carto Brandán en batería. Tocaron cinco temas, algunos del disco de 2023 Benarés (BlueArt), y otros inéditos. Algunas músicas me hicieron acordar a la banda de sonido de Leaving Las Vegas, aquella icónica película de los noventa que expone el amor entre un alcohólico y una prostituta. Que expone el amor... de los músicos por la música.

Nuestro lado B

Título: Nuestro lado B
Autora: Carolina Andrea Silva
Género: Narrativa
Soporte: digital (ePub, PDF)
ISBN: 978-987-28308-5-4
Año: 2025

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Descripción: Cinco relatos que transcurren en Córdoba, en los noventa. Narrativa desde lo femenino, cierta oscuridad, y guiños LGBT.

Fragmento:

Celina está desnuda, de pie, apoyada sobre la baranda de ladrillo de su balcón. Un rato antes había terminado el Chardonnay helado. Después comenzó. Primero se desprendió el solero botón por botón, se lo quitó y lo hizo un bollo. Lo segundo fue el corpiño deportivo con tiras finas que se sacó por la cabeza y lo tiró al vacío. El calor de la tarde sofocante y el vino le aceleraban el corazón y ya estaba mareada. Terminó sacándose la tanga y la tiró junto al solero que estaba a sus pies. Todo fue a parar a la calle. Esa fue la primera señal de que algo extraño sucedía. Luego, el aviso de un transeúnte que logró verla sentada sobre la baranda y alertó al 101. Después, llegaron dos móviles policiales que cortaron el carril izquierdo del boulevard para dar aviso a los automovilistas que lo transitaban o a los que intentaban doblar por ahí desde la Entre Ríos.

Adiós

Relato - Por Chelo Mil

Terminé la secundaria en el Poli e intenté irme a estudiar a Buenos Aires. El Traductorado de Inglés de Capital tenía un edificio lindo de ladrillo visto, en un barrio pintoresco, y en su examen de ingreso repetí mucho el término “just” en el texto que había que improvisar por escrito, en lengua anglosajona. Justo. Justo José de Urquiza. En Rosario yo vivía sobre esa calle. Justo. Como cuando pagás con el monto exacto en el quiosco.

Un paquete de veinte cigarrillos Melbourne. Costo: 1.200 pesos. Dinero entregado: 1.500 pesos. Vuelto: 300 pesos. Hasta luego.
Camino el par de cuadras que separan al quiosco de mi casa. Hace frío. Prendo un cigarrillo, después de guardar en el bolsillo los papelitos producidos al abrir el paquete. En realidad voy y vengo con el cuidado del medio ambiente: en mi casa reciclo la basura, pero las colillas las sigo tirando en la calle, en la cuneta, para que al menos se las lleve el barrendero.

Un kilo de bananas, uno de mandarinas y dos tomates. Costo: 3.500 pesos. Dinero entregado: 4.000 pesos. Vuelto: 500 pesos. Hasta luego.
Los tomates en la heladera, abajo, y la fruta en la canasta de mimbre, junto a los cereales. Las bananas están maduras, prefiero tener que sacarles alguna parte en mal estado a que estén verdes, duras y desabridas. Las mandarinas le gustaban a mi abuelo David, y a mí me gustan sin semillas, son fáciles de consumir.

Medio kilo de pan. Costo: 900 pesos. Dinero entregado: 1.000 pesos. Vuelto: 100 pesos. Hasta luego.
Pan y circo. Donde hay hambre no hay pan duro. Pan con pan, comida de tontos. No solo de pan vive el hombre. El pan es un pilar ancestral de nuestra alimentación y quizá por eso aparece en varios refranes. A mí me gusta mojarlo en crema de leche en la merienda; o usarlo como base de sándwiches en el mediodía. Prefiero la miga antes que la corteza. La miga blanca que es como un algodón comestible.

Yerba y galletitas surtidas. Costo: 3.100 pesos. Dinero entregado: 4.000 pesos. Vuelto: 900 pesos. Hasta luego.
- Hola hermoso, ¿cómo andás tanto tiempo? -pronuncian mis labios.
- Hola, bien … ¿Trajiste galletitas?
- Sí, surtidas de chocolate. Preparo el mate …
Saco el mate y la yerba del bolso matero, que es un regalo de un familiar. Mientras vuelco yerba en el mate Fernando me acaricia el pelo y me guiña un ojo, y puedo decir que su ternura es algo de lo mejor que me pasó en estos tiempos. Estamos sobre el pasto en la plaza López, en una ubicación donde tímidos rayos de sol nos brindan su tibieza. Ahora saco el termo con agua caliente y antes de colocar la bombilla en el mate echo un poco de agua sobre la yerba.
- ¿Seguís tomando amargo, no? -le pregunto mientras estiro el brazo y le paso el mate.
- Así es … Hmm, está rico …
- Te extrañé -le confieso.
- Yo también, pero ya sabés cómo son las cosas. Ahora estamos acá, aprovechemos.
Y vino el beso. Sus labios cálidos, su barba, su masculinidad. La comunidad entre dos hombres, reinando, marcando un hito en la cotidianidad. Estoy seguro de pocas cosas, pero tengo la certeza de que esto es amor.

Tres preservativos. Costo: 5.000 pesos. Cambio justo. Adiós.

El hogar es la diferencia

Relato - Por Marcelo Milman Pilnick

Estoy en el aeropuerto de Fisherton, haciendo la cola en la aerolínea. Viajo al exterior, y es la primera vez que lo hago. En verdad nunca salí de Rosario, pero ahora gané un concurso organizado por la Municipalidad, la provincia y Nación, en conjunto, y el premio consiste en ir dos semanas a unas islas paradisíacas en el Pacífico, en Oceanía. Entrego el pasaporte y el empleado lo agarra con amabilidad y una amplia sonrisa; en realidad todos en el aeropuerto son amables. Ya estoy en el avión, en primera. En el despegue siento la inercia que me empuja contra el respaldar y luego de un rato me duermo. Tengo un sueño extraño: un marqués con una máscara veneciana y una remera que dice “El hogar es la diferencia” me da la bienvenida a su país. Me despierto con el aterrizaje, dormí todo el vuelo. Ahora a bajar que empieza el disfrute.
Atravieso la manga, agarro mi equipaje y bajo las escaleras del aeropuerto, cuando veo un hombre que tiene un cartel con mi nombre, y ¡tiene una máscara veneciana!, como en mi sueño. Esta coincidencia me inquieta un poco. En un claro español me dice que me va a llevar a mi hotel. En el trayecto hablamos sobre el clima, que está espléndido, y cuando bajo me desea que tenga las vacaciones de mi vida.
En la vereda pasa un niño en bicicleta, lo veo fugazmente, pero reconozco un parecido a mí cuando era chico. Qué casualidad. Entro al hotel y voy a la recepción. El hombre que atiende tiene mi estatura, pelo castaño como yo y ¡mis rasgos! Bienvenido, me dice, lo estábamos esperando. Me doy vuelta y veo al botones, que también es igual a mí. Creo que me voy a desmayar, pero no. Camino unos pasos y voy al comedor, donde hay varias personas, hombres y mujeres, todos iguales a mí. Empiezo a llorar, pero en mi llanto no hay tristeza, solo incapacidad de comprender.
Señor, me dice el conserje, es comprensible su estado de shock, pero trate de tranquilizarse. Usted es el “Modelo”, y ahora que lo sabe, el mundo entero es suyo.

Presentación: libro La cala negra de la familia

Feria Internacional del Libro de Rosario

Una tarde feliz de verano de 2023 yo navegaba el instagram de des/nudo Editorial en mi laptop, cuando se me ocurrió ver los mensajes directos. Allí pude ver un mensaje que descansaba en el buzón hace casi un año.
"Hola, soy Sebastián Muzzio, poeta y jardinero de la ciudad de Rosario", comenzaba a decir él.
"Te pido disculpas por la demora, pero esta red social recién me muestra tu mensaje", le terminé de responder yo. Llamado a Zuckerberg.
Después de un ida y vuelta de likes pasamos a whatsapp y, con el tiempo, lo invité a participar en desnudoeditorial.com.ar, donde fue publicado el posteo "Lírica y naturaleza, colores en la ramada", que consta de cuatro poemas, cada uno con su respectiva imagen, todas aportadas por él. En esas fotos se pueden ver flores en primer plano, el río en una tarde de verano y a Sebastián mismo apoyado sobre un árbol caído.
Luego vino la edición en digital de "La cala negra de la familia", en ePub y PDF; y un tiempo después el libro en soporte papel (que se puede adquirir esta noche). Hasta ese momento no nos conocíamos personalmente.
Nos encontramos a mediados de agosto de este 2024 en Sambayón, un bar que queda cerca de casa, por Pellegrini. Esa tarde yo falté a la Facultad porque estaba medio engripado y él venía en bicicleta de su residencia en la casa Vanzo-Wernicke. Todo venía bien hasta que apareció el vendedor de repasadores. Sebastián se quedó mirándolo como si lo conociera de otra vida y terminó comprándole uno, a buen precio. Pero mientras esto pasaba a mí me decía comprá, comprá, a ver tenémelos mientras los ordeno, y me tosía cerca de la cara. Fue re violento. Era el segundo vendedor ambulante del encuentro, y hubo tres en total. La mano viene difícil ...